Equipo Revista Mirada FEN
Entrevista Tomás González, egresado FEN y creador la Fundación Tribu
Tomás González, egresado FEN, creó la Fundación Tribu para repensar en el futuro de la democracia e impulsar innovaciones disruptivas que permitan adaptar el sistema a los cambios culturales y tecnológicos que viven el país y el mundo.
"Para mejorar el funcionamiento de la democracia, hay que cambiar el diseño estructural del sistema. Existen posibilidades para lograr mayor inteligencia colectiva, agilidad y legitimidad"
Impulsar la transición hacia nuevos modelos para la democracia es la misión de Tribu, fundación creada hace 5 años por Tomás González, economista de la FEN. Es apartidaria y no se involucra en la dinámica eleccionaria. “Se centra en la pregunta sobre el futuro de la democracia”, explica González, quien en esta entrevista reflexiona sobre las posibles alternativas de respuesta y relata la experiencia del proyecto de democracia deliberativa “Las y los 400”, desarrollado por Tribu en colaboración con la Universidad de Chile y la Universidad de Stanford.
¿Cómo trabaja Tribu en pos de su objetivo?
Desarrollamos esta misión a través de tres líneas de trabajo: primero, colaboramos con municipalidades, con un trabajo muy pionero en el ámbito que se llama de gobierno abierto local. El gobierno abierto es la perspectiva más moderna que existe a nivel internacional de llevar adelante las políticas de participación ciudadana, rendición de cuentas y transparencia de manera integrada, y que no se queden solo en un check list burocrático o administrativo, sino que realmente incidan y sirvan tanto para la administración pública como para la gente.
Por otro lado, tenemos un trabajo que ha ido madurando lentamente porque es quizá lo más difícil e innovador, donde hemos ido articulando una red de académicos y académicas de todo el mundo, personas que están, desde la teoría y la práctica, generando conocimiento sobre nuevos modelos y herramientas para la democracia.
La primera pregunta que nos hacemos es qué pensamos cuando pensamos en el futuro de la democracia. Si nos vamos a lo abstracto, la democracia es una dinámica de convivencia donde el poder se organiza de una forma en particular. Hace más de 200 años se encontró un mecanismo que consiste en elegir personas que nos representasen en un poder legislativo cada 4 años, entre otros aspectos.
En los últimos 200 años, las tecnologías y la cultura han cambiado muchísimo. Por tanto, hoy en día, la convivencia democrática tiene grandes posibilidades de generar un mayor involucramiento de la ciudadanía, un mayor ejercicio de la soberanía en el día a día, a la vez de un resultado más inteligente y eficiente, y también tiene grandes desafíos. Las nuevas dinámicas culturales y tecnológicas traen oportunidades y desafíos.
En ese sentido, hay tres grandes líneas en las que se podrían organizar estos nuevos modelos de la democracia:
1. Lo más tradicional son distintos mecanismos de democracia directa. Yendo más allá de la caricatura de la gente levantando las manos, hay algunos mecanismos que son interesantes de considerar y me parece que el concepto de democracia directa debe considerarse como un complemento de otros sistemas.
2. Otro modelo, que representa un cambio estructural, es el uso del sorteo como una forma de representación política. En vez de elegir un congreso cada 4 años o elegir una convención constituyente, Yendo más allá de la caricatura de la gente levantando las manos, hay algunos mecanismos que son interesantes de considerar y me parece que el concepto de democracia directa debe considerarse como un complemento de otros sistemas. Esto es algo que tiene que ver con el futuro pero también con el pasado porque, en la antigua Atenas, su democracia, que también funcionó por más de dos siglos, tenía tres pilares: ciertos cargos electos (pocos), instancias de la asamblea donde todas las personas participaban directamente, y el corazón de la democracia griega, que eran cargos de representación por sorteo. La razón por la cual en Estados Unidos la justicia se aplica con jurados seleccionados por sorteo es algo que evolucionó desde ahí. En mi opinión, sería conveniente que las posiciones de representación por sorteo vayan rotando frecuentemente para que todas las personas de un país tengan verdaderamente la oportunidad de participar y nadie capture poder. Desde luego, este modelo también tiene desafíos.
3. Hay otro mecanismo que se llama “representación líquida”, un punto intermedio entre lo que conocemos como democracia representativa y la democracia directa. En vez de elegir a una persona para que te represente en todos los ámbitos cada 4 años, elegimos a distintas personas en distintos ámbitos que nos representen por períodos variables.
Hay una reflexión de base y es que la democracia, como la conocemos hoy, responde a un diseño institucional a partir de lo que era posible hace alrededor de 250 años. Hoy en día, dados los cambios tecnológicos y culturales, tenemos nuevas posibilidades y nuevos desafíos, por lo que, lo que conocemos, es incoherente con nuestra era.
¿Cuál es la motivación para emprender esta tarea?
La inspiración inicial surgió estudiando economía en la FEN y las reflexiones sobre epistemología del bienestar. Luego, como resultado de esto, me convencí de que es necesario avanzar hacia nuevos marcos institucionales porque el problema de la democracia es sistémico no circunstancial. Nuestro trabajo está enfocado en una innovación disruptiva al sistema como lo conocemos, pero no para destruir una institucionalidad, sino para impulsar un proceso de transformación estructural que haga que lo que tenemos sea más coherente con la época en la que vivimos.
La economía tiene internalizados ciertos principios que tienen que ver con la convivencia democrática, como la distribución del poder. Para la economía, está muy claro que los monopolios y los monopsonios no son deseados socialmente porque tal poder concentrado genera desequilibrios que no son beneficiosos para la sociedad como un todo.
Ese principio del poder distribuido aplica también para el poder político, y el sistema institucional que tenemos, en mi opinión, no está diseñado para distribuir el poder sino todo lo contrario. La política, como la conocemos, es un sistema de competencia para concentrar el poder. Lo que a mí me interesa es avanzar hacia sistemas que por diseño garanticen que el poder político esté distribuido.
Veamos el sistema de representación líquida: si cada uno de nosotros puede elegir a una persona para que nos represente en distintos ámbitos por períodos distintos y, eventualmente, poder participar si lo deseamos, ya no solo puedo elegir a una persona entre quienes me proponen los partidos, sino que puedo elegir una entre todas las personas del país. Creo que un sistema como ése avanza hacia una lógica de poder más distribuido.
Otro ejemplo es un poder legislativo que funciona con el sorteo como un elemento fuerte, porque en un grupo de personas sorteadas nadie puede capturar el poder. La cuestión con la política es que las personas ocupan cargos de representación popular para después capturar poder.
Entonces, decidí establecer Tribu porque estas cosas de las que estamos hablando tienden a quedarse en uno de dos escenarios que llevan a la inacción: la caricatura o el miedo. Aquí hay una temática seria y nueva para el pensamiento, que es completamente transdisciplinaria, porque nuevos diseños institucionales van a estar posibilitados por nuevas tecnologías, pero eso va a cambiar las preguntas políticas y sociológicas, y entonces una cosa va interactuando con la otra.
Mi intención al crear Tribu es poner preguntas sobre la mesa: ¿Cómo hoy, en el siglo XXI, podría funcionar la democracia? ¿Cuáles son las oportunidades, los desafíos y los dilemas que se presentan ante nuevos modelos para la democracia y ante nuevas herramientas que están disponibles para la democracia?
¿Qué proyectos han desarrollado y cuál es el rol de la tecnología?
La tercera línea de trabajo de Tribu es la implementación de proyectos innovadores que traen a la práctica uno de estos elementos de la teoría del futuro de la democracia. Ahí, la Universidad de Chile es un partner y el Centro de Microdatos apoyó la iniciativa Las y los 400, donde participó también la Universidad de Stanford.
Éste fue un proceso de deliberación pública en el que congregamos más de 400 personas de todo el país -que se seleccionaron para este efecto y constituían un grupo representativo de los alrededor de 15 millones de personas mayores de 18 años de Chile-, para tener una discusión política sobre propuestas concretas de reformas a los sistemas de pensiones y salud.
Aquí usamos tecnología de 3 maneras:
1. En colaboración con el Laboratorio de Criptografía Aplicada y Ciberseguridad de la Universidad de Chile, incorporamos una herramienta tecnológica para el sorteo de las personas, que permitía dar garantías de que ese sorteo no era manipulado. Nadie, ni siquiera los creadores de la herramienta, podían adelantarse a lo que iba a salir. Y además permitía que el resultado del sorteo sea auditado a posteriori. Ya los griegos en la antigua Atenas tenían también una herramienta para que nadie dudara de sus sorteos. Era de piedra en esa época, pero les permitía tener paz entre sí.
2. Dado que estamos en un contexto Covid, se utilizó una plataforma digital para las deliberaciones, desarrollada por Stanford especialmente para esto, y pensada para una deliberación democrática. A diferencia de otras plataformas, donde cualquier persona podría monopolizar la palabra y quedarse hablando 3 horas, ésta tenía los tiempos bien estructurados y no se requería un moderador, sino que el sistema permitía que la conversación fuera regulada sin manipulación de ningún tipo. Al costado de la pantalla las personas tenían la síntesis de los argumentos a favor y en contra de cada propuesta que se abordó. Además, la plataforma tomaba grabaciones de cada una de las intervenciones, con transcripción automática. Tuvimos más de 40 grupos sesionando en paralelo, además de las sesiones plenarias, con transcripción automática de más de 18 mil comentarios sobre pensiones y la misma cantidad sobre salud. Esa plataforma digital realmente estaba pensada para facilitar una deliberación democrática.
3. La tercera herramienta, dado que teníamos tanta información, se refiere a herramientas de machine learning y visualización de datos para el análisis y presentación de los resultados.
Aquí ves cómo la criptografía, una plataforma digital de comunicaciones y la inteligencia artificial se ponen al servicio de la democracia pero de una forma mucho menos evidente que lo que generalmente se tiende a considerar cuando pensamos en tecnología y democracia, porque siempre pensamos en el voto electrónico y las plataformas que te hacen match con algún candidato antes de una elección, pero ahí no se termina el potencial de la tecnología para contribuir a la democracia. Todo lo que menciono está más en el backstage, pero puede permitir transformaciones mucho más radicales porque, si generamos posibilidades distintas para los procesos de deliberación pública, puede realmente cambiar la democracia en el presente y en el futuro.
El proyecto de Las y los 400 se diseñó e implementó para complementar el funcionamiento del Congreso y darle insumos que sean más representativos. En general, cuando se hacen cabildos, llega un grupo de personas que piensan de la misma manera y son quienes tienen opiniones más fuertes. Si ésa es la única opinión que como país recabamos, vamos a estar incentivando los sectores más polarizados y el diálogo y entendimiento no va a ser posible.
Lo que la democracia busca es poder conocer la voluntad general del país, pero faltan mecanismos para que eso sea posible.
Este proyecto, que estamos trabajando a la par con la Universidad de Chile como aliada, podría complementar mucho a la convención constitucional y al Congreso en las próximas reformas que vienen. También podrían implementarse versiones locales para los municipios o gobernaciones, y eso es posible gracias a tecnologías.
Creo que habría que preguntarse de qué manera las tecnologías son relevantes para la democracia, es un buen punto de partida. Y lo son porque aumentan o expanden nuestras capacidades individuales y colectivas, y eso trae aparejado mayores oportunidades y también mayores desafíos.
¿Qué capacidades en particular?
Yo veo 4 funcionalidades básicas: la capacidad de procesar información, lo que llamamos inteligencia, ya que con tecnología podemos procesar más información; la capacidad de transmitirnos información, lo que llamamos comunicación; la capacidad de registrar información, lo que llamamos memoria; y la capacidad de percibir información, los sentidos.
En distintos procesos se pueden usar distintas tecnologías digitales para aprovechar esas capacidades aumentadas, lo importante es que siempre tengamos presente que la tecnología es una herramienta y no el fin. Por eso, la primera pregunta que tenemos que hacernos es qué queremos, cuáles son los atributos de esa democracia que queremos tener. En función de esos atributos deberíamos hacer el diseño del sistema e incorporar las herramientas que mejor nos permitan ir hacia allá. Lamentablemente, me parece que la conversación en general parte al revés y termina siendo más básica.
Pensar en nuevos modelos para la democracia parece algo utópico en este momento, ¿cómo se lleva al terreno de lo concreto?
Nuestra agenda de trabajo tiene una dimensión de corto plazo y una de largo plazo. La dimensión de largo plazo es la utópica, y, como decía Galeano, la utopía sirve para avanzar. Esa dimensión utópica es principalmente académica, y es tan importante que exista como la ciencia básica, expande nuestras fronteras de la imaginación y, en ese sentido, Tribu está en la frontera a nivel mundial del pensamiento sobre el futuro de la democracia y las colaboraciones que tenemos son con las personas y entidades más prestigiosas que hay sobre esta materia. Esas cosas todavía no están en una discusión como reforma en un programa de gobierno, y a mí me parece bien que todavía no estén porque están madurando, y quizás en algunos años más puedan estar.
En la agenda de corto plazo es distinto el escenario. Hemos trabajado con distintas municipalidades a lo largo del país, avanzando en los procesos de abrir la participación ciudadana y la transparencia, eso es un movimiento que está creciendo. Colaboramos con la CEPAL, la Asociación Chilena de Municipalidades, la Confederación Nacional de Funcionarios Municipales y municipalidades específicas, como Renca, Peñalolén, San Pedro de la Paz y Calle Larga, a las que se sumarán más el próximo año, para seguir creciendo progresivamente.
El proyecto de Las y los 400 es un buen ejemplo de cómo lo utópico se puede acercar a lo concreto. Ya se presentaron los resultados de la primera implementación y nos estamos preparando para próximas implementaciones. Queremos que esto pueda acompañar el proceso constituyente y que pueda seguir utilizándose para otras grandes discusiones país.
James S. Fishkin, creador de la metodología “Encuestas deliberativas”, fundador y director del Centro para la Democracia Deliberativa de la Universidad de Stanford, al dar inicio al proyecto “Las y los 400”, declaró: “Se supone que la democracia debería tener cierta conexión entre la voluntad de la gente y lo que realmente se hace pero, cómo podemos hacer eso cuando tenemos un mundo con propaganda, desinformación e ideas partidarias, y en un mundo donde la mayoría de los ciudadanos no están prestando atención a los detalles de las políticas públicas porque, si tengo solo un voto entre millones, por qué debería prestarle atención a estos problemas complejos cuando tengo mejores cosas que hacer. Algunos se involucran pero no son representativos del resto de la población. Entonces, cómo podemos hacer que la voluntad de la gente tenga un grado de consecuencia en las decisiones que se toman y que terminan impactando en la vida de las personas. Tenemos un método que se llama Deliberating Polling ®, donde tomamos una muestra aleatoria de la población y la reunimos para que hablen y discutan entre ellos con las mejores condiciones que podamos proveerles, con información balanceada y una oportunidad para que realmente puedan discutir y escucharse entre ellos y que se formen un juicio acerca del asunto, el cual nosotros recopilamos en un formulario confidencial. Generalmente hacemos esto como un experimento controlado. Si bien sigue un procedimiento científico, es un ejemplo de una forma de hacer democracia, a la que yo llamo “democracia deliberativa”, una democracia en la que la gente está pensando. Nosotros hemos replicado estos “microcosmos” en todas partes del mundo en 30 países, en todos los continentes habitados. Lo hemos aplicado en 110 casos distintos, y muchas veces tiene una gran incidencia en las políticas públicas, porque la gente que hace estas políticas se da cuenta que esto no es solamente lo que la gente quiere sino por qué lo quiere, y son propuestas que tienen sentido común y son realizables”. |