Manuel Agosin
El “arancelismo” de Trump: ¿Qué le conviene a Chile?
El presidente Trump cree que todo lo arregla con aranceles. Es su mentolato. Parece tener una fijación con ellos. Por razones que son conocidas solo por él (y es probable que ni él pueda armar un relato coherente a favor de los aranceles), Chile está en la mira. En primer lugar, ha amenazado con aranceles de 50 por ciento a las importaciones de cobre de cualquier origen a partir del 1° de agosto de este año.

Las exportaciones a Estados Unidos son más o menos un 11 por ciento de nuestras exportaciones totales de cobre. O sea, aproximadamente, son US$ 5.500 millones (el total exportado bordea los US$50 mil millones). Un arancel de 50 por ciento no tiene ningún sentido. Peor, no se sabe qué busca Trump con esta medida. Estados Unidos es uno de los principales productores de cobre del mundo, pero no le alcanza para abastecer la demanda de las empresas que lo usan como insumo. El resultado va a ser encarecer los bienes finales que requieren de cobre como insumo, lo que tendrá un impacto sobre los precios que pagan los consumidores por automóviles y otros bienes de consumo. En el corto o mediano plazo, Estados Unidos no puede aumentar su producción de cobre y el arancel propuesto no tendrá ningún impacto sobre la producción. El impacto será sólo sobre los precios.
Es probable que ni en el largo plazo le convenga a Estados Unidos aumentar la producción de cobre, porque evidentemente hay países, entre los que se encuentra Chile, que pueden hacerlo a costos más bajos. El aumento de la producción estadounidense en el largo plazo requerirá de la apertura de nuevas minas. Y desde comienzos de las obras a la producción del mineral toma una buena parte de una década. Quizás alguna mina ya en producción pueda aumentar algo su producción, pero ello no es tan fácil como aumentar la producción de zapatos.
Lo único que nos puede salvar, como la experiencia reciente lo muestra, es la bolsa y el precio de los títulos públicos de Estados Unidos. Ya Trump tuvo que, temporariamente, echar pie atrás a su locura arancelaria cuando Wall Street se desplomó 20 por ciento en pocos días y también lo hicieron los títulos del Tesoro de los Estados Unidos, con la consiguiente alza de las tasas de interés al endeudamiento público. Ojalá que nos salve la bolsa una segunda vez.
Entonces, el impacto del arancel Trump sólo aumentará los precios a los usuarios de cobre y esto impulsará la inflación. Una de las razones que Trump llegó al poder fue su promesa de bajar la inflación que se había producido desde la pandemia y que tenía causas que Trump no puede “arreglar”, menos con aranceles: los atochamientos en puertos y las tensionadas cadenas internacionales de suministro debido a la fuerte demanda insatisfecha por bienes de consumo. Por supuesto, Trump, en su simplismo, no lo ve así: es el “malvado” de Biden que produjo la inflación y él es el paladín que viene a hacerse cargo de bajar la inflación. Pero los aumentos en aranceles, rompiendo con todos los acuerdos internacionales de Estados Unidos, no pueden sino tener impactos inflacionarios. La inflación post 2022 no está aún corregida. La Reserva Federal sigue combatiendo una inflación que está alrededor de 3 por ciento, para llevarla a su meta de 2 por ciento. Los aranceles de Trump, y no sólo los que gravan al cobre, no pueden dejar de darle un nuevo empujón a la rebelde inflación. No le va a gustar a muchos del movimiento MAGA, que ya se están dando cuenta que Trump no va a cumplir sus promesas de campaña.
El segundo problema con los aranceles de Trump es que los países afectados van a aplicar represalias y que una guerra comercial en serio con escalamientos por lado y lado puede devenir en una recesión sincronizada en el mundo, tal como ocurrió en los años treinta del siglo pasado. Lo único que nos puede salvar, como la experiencia reciente lo muestra, es la bolsa y el precio de los títulos públicos de Estados Unidos. Ya Trump tuvo que, temporariamente, echar pie atrás a su locura arancelaria cuando Wall Street se desplomó 20 por ciento en pocos días y también lo hicieron los títulos del Tesoro de los Estados Unidos, con la consiguiente alza de las tasas de interés al endeudamiento público. Ojalá que nos salve la bolsa una segunda vez.
Como las amenazas de aranceles se esgrimen para forzar a los países potencialmente afectados a cambiar cualquier política que no le guste a Trump, y contra cualquier líder que no sea de su agrado, Chile se ha puesto en una posición bastante precaria. Son conocidas las diatribas del presidente Boric contra las políticas de Trump. Ahora, echando sal en la herida, ha convocado una reunión internacional en Santiago de los líderes que desagradan de manera particular a Trump. Vinieron, entre otros, Petro (con quién Trump tuvo un altercado por no recibir a los migrantes que Trump estaba deportando a Colombia), Sánchez (el único gobernante europeo que en la OTAN rehusó comprometerse al aumento en el gasto militar impulsado por Trump) y Lula (en la mira de Trump por el enjuiciamiento del poder judicial brasileño a Bolsonaro, uno de sus favoritos). El presidente Boric está haciendo gala de su anti trumpismo justo cuando Trump va a hacer nuevos anuncios de aranceles punitivos el 1° de agosto. ¿No hubiera sido mejor guardar silencio y, desde luego, no convocar a esta reunión de países “democráticos” en estos momentos?